Me estornudó en la cara y no me contagié

Me estornudó en la cara y no me contagié

El virus entró a mi casa tal como lo profeticé —con pisco en mano— a Maca y Melchor, el pasado 4 de diciembre:

“Mi suegro llegará de visitar a su mamá y será recibido con abrazos por mi hijo de tres años. Luego, empezará a toser. Y tres días después, lo hará el bebé”.

De por medio, no hubo hojas de coca, ni levitaciones, ni giros de cabeza al estilo exorcista. Era lógico. Esta variante es 70 veces más contagiosa que la primera. Oye, cholo, si en carnavales del 2020 te tiraban un globo de agua, ahora te ametrallan con 70. Así de simple.

Y tal como lo predije:
Mi suegro comenzó a perder la voz y como castigado, refunfuñaba desde su encierro.

El miércoles, el bebé empezó con la fiebre. Esa noche durmió con nosotros. Durante el día, dormía. Cuando estaba mejor, se me trepaba con una risa tan abierta que parecía que iba a devorarme.
En uno de esos almuerzos, mientras se atiborraba con arroz la boca, me estornudó en la cara.
Directo.
Sin filtro.

Cae la tercera

Al regresar del trabajo, su mamá se sumaba con ternura a los cuidados. Hasta que, llegado el domingo, perdió la voz. Al amanecer, la besé, aunque ella insistía en que no debía hacerlo.
Resultado: positivo.
Colateral: yo, exiliado a la sala, con tv y computador apra trabajar.

Mi suegro, por su parte, se animó a su propia cuarentena. Más de 12 días tosiendo no se ignoran tan fácil.

¡Bien ahí, tigre!

El negativo

Tuve suerte.
Mis tres pacientes la pasaron leve.
Y yo, como buen cuidador, me volví nocturno. Películas hasta tarde. Una noche, edición web, pisco y un film europeo. Medio dormido, me arrastré al baño. Agarré el primer cepillo, le puse pasta y me cepillé.

Solo que era el cepillo de mi flaca.
Pero yo seguía pensando en la película… ¿Qué hacía Keanu Reeves de policía y actor secundario?

Cuando me di cuenta, procedí a atiborrarme la boca con enjuague bucal, luego recordé leer la posología, no tenía alcohol.

Las noches siguientes fueron de espera. ¿El virus, agazapado en ese cepillo, habría dado el golpe? Seguía pensando en lo mismo mientras miraba a mi esposa ya animada porque había pasado el silencio de las palabras y los ladridos del pecho ronco.

Me consolaba pensando que ya todo había pasado. Que yo era la yapa. El final del chiste. El extra.

Pero sigo esperando.

Sigo siendo el único negativo de la familia.
Y ya estoy listo para volver a mi rica cama… de la que me sacaron hace siete días.