Moma, polvo de estrellas

Moma, polvo de estrellas

Hace un año, mi querida suegra entró en un sueño profundo de siete días, del cual no volvería a despertar en estas tierras grises.

Cuando la conocí hace unos cinco años atrás, su delgado cuerpo le pesaba, sus movimientos eran lentos y requería ayuda para moverse de un lugar a otro. Pero, al salto del tiempo, cuando arribó y crecía su Shanti, supo que para que sus manos suaves llegaran hasta este pequeño colibrí, era necesario vivir con algo de ligereza. Entonces, empezó a recoger a Cupaté (Hombre Araña) del piso, correr por la sala y a patear pelotitas saltarinas en medio de sonoras risotadas.

Así también la pasaron esa mañana del día en que ella entró en el dulce sueño por el que soltó la mano de su nieto.

Y él, a sus mil días de nacido, la recuerda y nos enseña que la Moma está en los cielos y que para saludarla, hay que saltar y gritar duro hasta que se escuche en la luna.

“¿Final? No, el viaje no termina aquí. La muerte solo es otro camino, uno que todos vamos a recorrer. La cortina de lluvia gris del mundo se abre, y se transforma en plata y cristal, después lo ves. Blancas costas, y más allá, un país lejano y verde a la luz de un amanecer.”, dijo Galdalf al reconfortar a Pipin frente a la muerte en El Señor de los Anillos.