Yo no sabía que existía Mangomarca

Yo no sabía que existía Mangomarca

“Yo no sabía que existía Mangomarca. Yo estaba postulando para trabajar en una central telefónica en Miraflores, cuando me dicen que ese puesto ya estaba ocupado. Me dijeron que no me desanime porque ya sabían dónde vivía y me propusieron ir a trabajar a Mangomarca, »

“Ah ya, tú vives en Lince, de ahí te lleva un solo carro. Así aparecí acá, con la 48”.

Ella es la simpática Geidi Miranda Cuadrao, la jovial y carismática administradora de la panadería de Jacky, la más antigua de nuestra urbanización, contándonos cómo llegó hace 29 años atrás, para trabajar en el centro comunitario de telefonía de Mangomarca, la única forma para comunicarse por teléfono con el resto del país y del mundo.

Mangomarca en quechua Manqu Marka (Pueblo del Señor), se encuentra en San Juan de Lurigancho. Aquí se asentó el curacazgo de Ruricancho, que obedecía al Señorío Ichma entre los 900-1470 después de Cristo y antes que la expansión del imperio Inca llegara a estas tierras. Hoy es una urbanización que se desarrolla protegida por las Lomas de Mangomarca.

“Mi trabajo era recibir las llamadas, apuntar el código, el primer apellido de la familia y la hora en que volverían a llamar. Nosotros apuntábamos en un papelito mismo telegrama, por ejemplo “031, familia Alva, esperar llamada de Fulano de Tal, tres de la tarde”.

Luego nuestro mensajero que se conocía todo Mangomarca iba hasta la dirección que teníamos registrada en un cuaderno donde estaban todos los inscritos”. En la lista estaban registrados 300 vecinos que pagaban una cuota mensual.

Este fue su trabajo de 1991 hasta parte de 1993. Cuando empezaron a aparecer los celulares y las líneas telefónicas, fue el final del negocio. En ese momento la panadería pasó a ocupar todo el espacio del local.

¿Geidi es Jacky?

“La panadería funciona desde el 87 al lado de la cabina. Lleva el nombre de la hermana menor de la familia de mi esposo, Jacky, que en aquel entonces era adolescente.

Los vecinos más antiguos guardan buenos recuerdos de Jacky, por su entusiasmo y empatía, Algo que Geidi comparte, “la empatía se refleja en el trato hacia los clientes, mi trato es muy personalizado, cuando vienes, no solo llegas a la caja, pagas y recibes tu ticket que cambias por productos”.

“Conozco que lleva cada vecino porque lo veo todos los días.Que tipo de pan, los productos qué le gusta. Mientras los atiendo voy conversando con cada uno de ellos.”

Muchos se confunden y la llaman Jacky, como su cuñada. Las dos guardan la misma simpatía, son morenas y sonrientes. “Algunos me dicen Jacky porque me parezco a mi cuñada. Otros si me llaman por mi nombre y me dicen, Hola Geidi”.

Antes no se preocupaba por ello pero conforme sus hijos iban creciendo empezaron sus reclamos:

“yo seguía normal pero por consejo de mis hijos empecé a decir cómo me llamo”, “¿cómo voy a estar diciendo a cada rato?”. “No importa mamá, no importa”, me respondían.

Quienes la siguen llamando Jacky, son personas mayores, se justifican diciendo, “es que la tienda se llama Jacky y tú siempre estás aquí”.

Ella asegura que con el paso de los años le fue naciendo un cariño mágico por Mangomarca, que creció con amigos de adultos que fue teniendo como los señores Aricoché Cuzquén, los amigos de la Iglesia, ellos saben de sus sueños.

“yo he encontrado acá tres mamás, dos papás. Me casé muy joven tengo vecinitos, don Raúl y la señora Elvira eran mis terceros papás. Los vecinitos de acá eran mis segundos papás, ellos me cuidaban mucho”.

Esta tuvo sus muy buenos momentos, todos los eventos de los ochentas se hacían acá.

El Perú es chico

Cuando Geidi tenía 17 años ingresó a la carrera de derecho en la Universidad Federico Villarreal pero en ese año anularon los exámenes,

“Ya no valen me dijeron. Me deprimí mucho, baje bastante de peso, no quería ver a nadie. Mi mamá me llevó a Casma”.

De día trabajaba en la municipalidad para luego salir a pasear por sus calles puesto que no conocía a nadie. Hasta que se encontró con un anuncio en la puerta de Radio 99, que decía “se necesita una señorita”. Tocó la puerta y lo primero que le preguntaron fue, ¿podemos probar tu voz?, ella no lo creía.

Mi paso por la radio me encantó, yo era adolescente, estaba muy entusiasmada. Tenía un programa, era presentadora de música, recibía llamadas, regalaba pases. Me costó soltar, mucha pena, pero ocho meses después, tenía que seguir.

Años después, ya viviendo en Mangomarca, en el tiempo la moda era que la radio llegaba a los barrios para regalar productos y preparar pequeños show. Llegó a la esquina de la panadería la móvil de Radio Romántica, y el reportero encargado era un amigo de ella, habían trabajado juntos en 99 de Casma.

La esquina del movimiento

Ella recuerda que la panadería era muy linda, todos los eventos de Mangomarca se hacían ahí, en su frontis. Recuerda con añoranza que celebraban todo, día de la madre, día del trabajo.

Como la panadería era grande los proveedores les regalaban productos. Hacían torres de gaseosas, ellos mismos las armaban. Regalaban radios, peluches, contrataban conjuntos criollo de vecinos y tocaban en la puerta con sus micros y parlantes. Todo Mangomarca se reunía en el frontis para los sorteos y canastas navideñas.

El 15 de diciembre celebraron su aniversario por tres años consecutivos

“Con y para la gente de Mangomarca. Pusimos un escenario invitamos a Lucila Campos, a Néstor Quinteros y la playa (de estacionamiento) se llenaba de gente. Llegaba una señora que quería vender su pollito a la brasa, otro señor con sus anticuchos, todos se unían”.

Vendían de todo, inclusive los fines de semana, cuando se armaba un mercado en sus puertas, los vendedores entraban a comprar a la panadería Jacky cuartitos de productos para vender a fuera. Era proveer para compartir. La municipalidad los sacó porque iban a hacer un bulevar.

La crisis pre covid-19

Hace unos años, la panadería pasó su momento más difícil, en que todos los estantes estaban vacíos. Era un problema administrativo familiar, tuvieron que cerrar por un tiempo, que los afecta económicamente.

Volvieron a abrir, vacío todo. Recibieron apoyo del colegio, de la familia pero no podían seguir así, necesitaban pagar a cuatro trabajadores, recibos de agua y luz. Pero poco a poco, mientras trabajaban les iba quedando alguito, un día un sol, la día siguiente otro, ya tenían dos soles.

“Un momento personalmente ya estaba preparada para darle fin, pero Alejandro no quiere, él dice que hasta el día que se muera seguirá con la panadería. Así que decidimos seguir vendiendo solo pan, mis hijos tenían prohibido repetir cursos, prohibido jalar”.

Al inicio de la cuarentena impuesta por el Estado de Emergencia ante el covid-19 tuvo que tomar decisiones.

“Con nosotros trabajan un par de panaderos mayores, que los conocemos desde que se inició el negocio, yo no los puedo despedir porque ellos no quieren dejar de trabajar. Cuando se dio la pandemia hice una habitación para que no tengan que salir y arriesgarse al contagio. Ahora sí pueden movilizarse porque ya pasó el miedo, son del centro de Lima”.

Junto a ellos trabajan dos jóvenes venezolanos que están ávidos de aprender. También llegaron vecinos antiguos pero se fueron rápido, a los dos meses.

No todo fue negativo con la pandemia. Bajaron la pensión de la universidad, los vecinos ya no compraban un pan, ahora compraban tres o cuatro. Como el domingo nadie trabajaba por la cuarentena, no nocesitaban un trabajador extra y los vecinos se acercaban los sábados para comprar provisiones por dos días. Todo esto ha venido a darle más vida al negocio, esto le ayudó a nivelar su situación.

Ahora recuerda en uno de sus proyectos, tener una cafetería. Ha separado el izquierdo de la panadería para este sueño, retiró los andamios donde antes había licores y cervezas.

Recuerdo que antes de venir me preguntaba, ¿adónde estoy yendo? Me he quedado 29 años en Mangomarca.